Viaje al mundo de los sueños (2ª parte)

“Pobre no es el hombre cuyos sueños no se
han realizado, sino aquél que nunca sueña”
Marie von Ebner-Eschenbach.
Fue una milésima de segundo. Abrí los ojos y no daba crédito a lo que veía. ¿Qué estaba ocurriendo allí, en aquella sala de conciertos? A mi alrededor cientos de cuerpos inertes con los ojos cerrados, se reclinaban en sus butacas. En el centro del escenario, la orquesta que instantes antes atacaba vehementemente las notas de “La Patética”, yacían inclinados sobre sus instrumentos. Resultaba grotesco ver a los músicos sobre el violonchelo o el tambor. El silencio lo inundaba todo. El silencio y mi desconcierto al no saber qué estaba ocurriendo. Sobre mi hombro descansaba la cabeza de mi pareja que, instantes antes, se concentraba vivamente en la sonata. Es como si sobre aquella Sala se hubiese derramado un gas que hubiese acabado con todas aquellas personas ¿Y si era un gas letal? ¿Y si realmente estaban todos muertos por la acción de un gas venenoso? ¿Muertos y qué hacía yo vivito y coleando? La peor de las ideas avanzaba en mi mente cuando intenté, sin ningún éxito, despertar o reanimar a mi pareja…
- Están dormidos. No te preocupes- oí nítidamente una voz a mi espalda
Me giré y vi una figura no muy alta, de aspecto infantil y completamente desnuda. A pesar de eso me costó saber que era varón. Sobre su cabeza se desplegaban unas pequeñas alas, en su mano derecha sujetaba lo que me pareció un pequeño cuerno y en la izquierda una especie de flores bulbosas de color violáceo.

- Despertarán – continuó diciendo aquél curioso ser – Ahora deben dormir.
- ¿Quién eres tú?
- Soy Hypnos, dios del sueño. También me llaman Somnus. He hecho dormir a toda la Sala con mi flor de adormidera – hizo un gesto alzando su mano izquierda mostrándome el ramillete de flores liláceas.
- ¿Y por qué no me has dormido a mí? Me hacía mucha falta…
- A ti no te hacía falta dormir –me cortó- A ti te hace falta soñar –sentenció- Por eso estoy aquí, para ayudarte.
Si conseguía lo que estaba diciendo, realmente aquél personaje debía ser un dios. En cualquier caso y a pesar de lo extraño de la situación, las palabras que había dicho no me parecieron pronunciadas por ningún demente, así que decidí continuar con aquella conversación.
- ¿De veras me vas a ayudar? ¿Cómo lo piensas hacer?
- Recuerda que estás hablando con un dios –dijo sin enfadarse- Y un dios poderoso que hace de intermediario entre los otros dioses y los mortales. El único dios capaz de eso… Pero eso te lo iré contando por el camino. Ahora debemos salir de este lugar.
- ¿Dónde vamos?¿Dónde me llevas?
- A mi morada. No está lejos. A unos cincuenta quilómetros de aquí, según vuestras medidas. A un aliento en la distancia de los dioses.
Salimos del Auditorio Manuel de Falla camino de un hogar que imaginaba en las nubes y lleno de columnas. O al menos así se dibujaba el Olimpo de los dioses en los libros de historia antigua. Por el rabillo del ojo observaba el caminar nervioso de mi dios particular que ahora se concentraba en aquella especie de cuerno que sujetaba en su mano derecha. Fuera del recinto, en los jardines que rodean La Alhambra, alzó sobre su cabeza el cuerno haciendo salir de él una espesura negra, llena de pequeños puntos luminosos que rápidamente se evaporaban hacia el cielo.
- Es la Noche –dijo- Mi madre. Desde el principio de los tiempos cada vez que se pone el Sol alzo mi mano derecha para que la Noche llene de oscuridad la Tierra. Es entonces cuando, con la otra mano, agito ésta flor y os hago dormir.
- No estás teniendo mucha suerte conmigo –le dije con sonrisa medio burlona.
- Como te he dicho antes, tu problema no es dormir. Es soñar. Y tengo el remedio adecuado – y ofreciéndome su espalda me dijo- Sube y cógete de las alas de mi cabeza. Llegaremos en un aliento.

Con solo tocar las alas de su cabeza me vi trasladado a otro lugar que, para mi sorpresa y no sin cierta decepción, no estaba rodeado de nubes ni cargado de columnas. Era una gran villa dónde reinaba una gran actividad a pesar de lo avanzado de la hora.
- Antes vivía en el “Hades” –me explicó Hypnos cuando nos encontramos frente a la entrada de la residencia- pero era un lugar donde no llegaba la luz del sol y, la verdad, como me gusta ir desnudo pedí a los dioses que me trasladaran a un lugar donde pudiese ver el Sol. Así que me transportaron aquí dónde todos me hacen ofrendas y me veneran. Por suerte pude traerme a toda mi familia, menos a mi hermano gemelo Tánatos, que se quedó a vivir en el “Hades”. Sólo viene de vez en cuando a visitarnos por si puede echarnos una mano a mi y a mi socio.
- ¿Pero tienes un socio? - pregunté extrañado-
- Asclepio, dios de la Medicina. Mira –dijo señalándome la puerta de la residencia- viene a saludarnos.
Un hombre maduro de cabello rizado y aspecto venerable que portaba un báculo en el que se retorcía una serpiente se acercó a saludarnos.
- Bienvenido a casa Hypnos. Os estábamos esperando –y dirigiéndome una mirada sonriente continuó- La verdad es que tenía ganas de conocer a ese mortal tan recalcitrante con los sueños. Pasad dentro y empezaremos con la “incubatio”.
4 comentarios
isabelbarcelo -
Helena -
Pléyades -
Cuánto juego da la mitología Te está quedando divino Quiero mássss.
Alvaro -
Un saludo